La ciencia, un instrumento para espantar odios



Oriente Medio está sumido en un conflicto desde hace mucho tiempo, y a menudo los odios mutuos salen a la luz. Sin embargo, algunas iniciativas científicas abren una vía a la esperanza. 

A menudo, la ciencia y la tecnología han estado unidas al conflicto. Es conocido el origen militar de muchas tecnologías utilizadas en la vida diaria: el GPS, Internet, el radar, la energía nuclear... la lista es larga. De igual modo, a lo largo de la Historia, se han producido grandes encontronazos entre científicos. Pero también, a menudo, se ha seguido el camino contrario. Y es que la ciencia ofrece la oportunidad para que científicos de ideologías y orígenes distintos trabajen mano a mano.

Muestra de ello es un esperanzador proyecto del que dieron cuenta allá por 2017 en la revista Trends in Ecology and Evolution. El propio título del artículo deja claro la filosofía que hay detrás del proyecto: "La naturaleza no tiene fronteras: el papel de la conservación de la naturaleza en la construcción de la paz". 

En el artículo se informa de un proyecto desarrollado en Oriente Medio y que tiene como protagonistas a campesinos y lechuzas. La iniciativa nació hace unos 35 años. Por entonces, el ornitólogo de la Universidad de Tel Aviv (Israel) Yossi Leshem se dio cuenta de que los agricultores israelíes utilizaban venenos para acabar con los roedores. A fin de buscar una solución a ese problema, comenzó a trabajar con los agricultores y con las autoridades israelíes. Al final,
consiguió que se utilizaran depredadores naturales en vez de veneno. Lo hicieron construyendo nidos para los lechuzas, dejando en sus manos el control de los roedores.

Con el paso del tiempo, Leshem se dio cuenta de que el problema de los roedores no afectaba solamente a los agricultores israelíes, sino que palestinos y jordanos tenían el mismo problema. Por ello, comenzó a trabajar con campesinos de las tres comunidades. De esta forma, lo que había comenzado siendo un proyecto relacionado con la ecología acabó convirtiéndose en una iniciativa que fomentaba la colaboración internacional.

Alexandre Roulin, biólogo de la universidad de Lausana (Suiza) está muy implicado en el proyecto.  Según explica, conoció a Leshem En 2008. Aquel primer encuentro tuvo lugar en un congreso de ornitología celebrado en Viena (Austria). Desde ese momento, hizo suya la iniciativa. “Leshem me invitó a visitar Israel. Enseguida me di cuenta de que las lechuzas eran una magnífica herramienta para llevar a una misma  mesa a israelíes, palestinos y jordanos. Por tanto, decidí implicarme a fondo y comprobé que detrás había un lado humano increíble”.7

Roulin buscó financiación en Suiza para poder contratar a un coordinador para el proyecto. Así, poco a poco, el sueño ha ido tomando forma. “En 2016 organizamos un acto dentro de la Semana de la Paz de Ginebra, y también pusimos en marcha otro evento en Davos. Por otro lado, estoy en contacto con autoridades del gobierno suizo. Esta próxima semana, por ejemplo, me reuniré con personal de ejército suizo con la idea de organizar un proyecto que aúne paz y conservación de la naturaleza”. 

Según  ha   relatado el experto, tras las  primeas  reuniones, personas de distintas comunidades trabaron amistad. “Todos tenemos la necesidad de paz, y ese tipo de reuniones son muy gratificantes”.

Roulin conserva en su memoria muchos ejemplos de ese acercamiento entre comunidades. Por ejemplo, recuerda una reunión celebrada en Israel, tras la cual israelíes, palestinos y jordanos, todos juntos, visitaron la iglesia de la Natividad de Nazaret, una y una mezquita. O cuando un rabino bromeó preguntando si los polluelos de una lechuza eran judíos o musulmanes.

Por último, tiene un especial recuerdo de una cena celebrada en Amman (Jordania). “Dos personas comenzaron a discutir, pero no sabíamos a qué se debía la discusión Diez minutos después, vimos que estaban sonriendo". El asunto de discusión, según se dio cuenta más adelante, no era baladí: un jordano se estaba haciendo el enfadado porque, después de la copiosa cena, un palestino no quería comer un trozo de tarta.

“Esa anécdota me enseñó dos cosas: que realmente no sabemos diferenciar a un palestino de un jordano o de un israelí, y que la gente se tiene mutuo aprecio”. Aunque seguirán trabajando en Oriente Medio, el experto tiene la intención de llevar la iniciativa a otras zonas. Una de las ideas es trasladar el proyecto al Valle del Rift. Allí, desde Mozambique hasta Jordania, intentarán poner en relación a distintas tribus y países. “Queremos poner nidos de lechuzas en zonas agrícolas. Además de cuidar la naturaleza, pretendemos fomentar la educación y unir diferentes culturas humanas. Eso sería impresionante y de gran simbolismo, porque la especie humana nació en el valle del Rift”.

Cooperación nuclear

Pese a el trabajo realizado con aves es de por sí ilusionante, en la zona hay otro proyecto aún más sorprendente. A cualquier persona que siga la actualidad le resultará muy difícil imaginar científicos nucleares de Israel e Irán trabajando en la misma mesa. Pero eso es precisamente lo que sucede en realidad.

El milagro se llama SESAME y tiene como objetivo construir el primer acelerador de partículas de Oriente Medio. En la creación de este acelerador toman parte científicos de Israel, Turquía, Chipre, Pakistán, Egipto e Irán.

El proyecto arrancó en Egipto en 1995, poco después del asesinato del por entonces primer ministro de Israel, Isaac Rabin. Investigadores de Palestina e Israel compartieron el sueño de construir un sincrotrón. El proyecto ha tenido muchos retrasos, aunque no por falta de acuerdo entre los científicos, sino por falta de financiación.

Entre otras instituciones, han tenido el apoyo del CERN y de la Unesco. En 2008 inauguraron la sede en Jordania y en estos momentos están trabajando allí, aunque el sincrotrón todavía no está finalizado.

Los científicos utilizan ese tipo de aceleradores para conseguir un tipo especial de luz. En esencia, se trata de acelerar electrones a velocidades cercanas a la de la luz para poder investigar la estructura de la materia. Algunos ámbitos de aplicación son la medicina, la investigación de materiales, la biología y la arqueología. 

“En el proyecto SESAME, la idea de utilizar la ciencia para la paz ha funcionado muy bien”, dice  el ingeniero nuclear Mohamed Yasser Khalil. Este investigador de la Universidad de Alejandría (Egipto) es actualmente el director del administrativo del sincrotrón. Según relata, el camino seguido hasta ahora no ha sido fácil. "El asunto va más lento de lo que nos gustaría, pero hemos llegado a la madurez”.

El investigador ha destacado que el proyecto abre unas “posibilidades ilimitadas” para la ciencia del Oriente Medio. Quieren mantener allí científicos de la zona y, al mismo tiempo, atraer a los que se han ido a investigar a Occidente. “Queremos desarrollar un modelo económico basado en el conocimiento".

El peor momento hasta el momento fue una tormenta de nieve que tiró el tejado. ¡En Jordania! Tardaron un año en recuperar la normalidad. Aun así, parece esperanzador que el mayor enemigo de un proyecto que une países como Chipre y Turquía, o Irán e Israel, haya sido la meteorología. Y es que, al fin y al cabo, las fronteras no son sino líneas dibujadas en los mapas.

Texto: Juanma Gallego. Imagen: Agricultores del norte de Samaria, trabajando con lechuzas. HAGAI AHARON/CELL PRESS. Artículo publicado originalmente en Berria. 
La ciencia, un instrumento para espantar odios La ciencia, un instrumento para espantar odios Reviewed by Juanma Gallego on agosto 02, 2019 Rating: 5

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